Liliana nos relató su difícil travesía desde los primeros síntomas que tuvo debido a un tumor, hasta su recuperación luego de ser operada por el doctor Nicolás Avellaneda. Su historia resalta la importancia de la detección y atención temprana, la confianza que debe brindar el equipo médico y la actitud positiva que deben tener los pacientes frente a la adversidad.
Todo comenzó con molestias abdominales persistentes. «Tenía mucha inflamación y, a veces, acudía a la guardia. Me decían que era solo una distensión abdominal», comentó Liliana, haciendo hincapié en que el dolor que se iba y venía cada vez se hacía más frecuente, y pese a que le recomendaron una endoscopía, la postergó, pensando que no era necesaria.
Todo esto transcurrió durante la pandemia y se volvió más complejo cuando su situación empeoró. «Me inflamé mucho y me sentía muy mal. Fui a la guardia de un hospital de mi obra social, me hicieron una radiografía y me mandaron a casa. Al día siguiente volví porque seguía igual y me dijeron lo mismo: que no era nada, solo una distensión abdominal», agregó.
Ante la insistencia de su hermana contactó a una amiga gastroenteróloga, a quien le compartió sus estudios por mensaje y recibió una respuesta rápida: «La médica me dijo que tenía una obstrucción y me recomendó ir al médico para pedir ver a un cirujano». Así fue que volvió a la guardia del Hospital donde capitaba por la obra social, y le practicaron una cirugía de urgencia por vía convencional. Posterior a la cirugía, le dijeron que tenía 2 tumores en el colon y que los mismos no podían ser extirpados por ser muy avanzados, así es que lo mejor era ir a ver a un oncólogo para comenzar con quimioterapia. A su vez, le dejaron una colostomía (ano contra-natura) para tratar la obstrucción intestinal.
Tras semanas de incertidumbre Liliana continuó sintiendo síntomas y debido a que no encontró respuestas claras respecto de si efectivamente su enfermedad no tenía tratamiento, decidió buscar una segunda opinión en el CEMIC, donde finalmente conoció a Nicolás Avellaneda. “Fui a un gastroenterólogo y rápidamente me derivó a cirugía. Ahí fui con el doctor Avellaneda, quien ya tenía los análisis previos en su poder, es decir, ya estaba al tanto de mi situación”, resaltó. “El doctor me tranquilizó mucho y me explicó que tenía que operarme de nuevo, ya que no le quedaba claro que efectivamente el tumor que yo tenía no pudiera ser extirpado en su totalidad», agregó, recordando lo crucial que fue ese momento para su recuperación. Todo este proceso había iniciado en abril y concluyó en agosto, cuando le extirparon el tumor.
El contraste con su experiencia anterior fue notorio. «En el hospital me habían dicho que quizás necesitaba quimioterapia antes de operar, pero luego me dijeron que no hacía falta. Todo era confuso», recordó y prosiguió: “En cambio, con Avellaneda todo fue claro desde el principio. La operación fue exitosa, pudieron extirpar los 2 tumores en su totalidad, y los estudios posteriores revelaron que debía seguir el tratamiento con sesiones de quimioterapia”.
De esta manera, Liliana enfrentó este proceso durante tres meses, mientras seguía usando la bolsa de colostomía que había quedado para proteger la unión intestinal que habían hecho luego de resecar los 2 tumores. Finalmente, a principios del 2021 pudo despedirse de ella tras otra cirugía exitosa. «Fue un alivio total», afirmó.
«Me siento bárbara. Incluso después de tanta operación me tuvieron que poner una malla porque la pared que sostiene los órganos estaba distendida. Pero todo salió perfecto. Hoy hago gimnasia tres veces por semana, aquagym y ejercicios en la plaza», manifestó, luego de confirmarnos que hoy en día está completamente recuperada.
El papel del doctor Avellaneda fue fundamental no solo en el aspecto médico, sino también en el emocional. «Me dio mucha seguridad, me sentí muy apoyada por él. La parte humana en estos casos es tan importante como la médica y eso fue lo que me mantuvo con buen ánimo», añadió.
Teniendo en cuenta todo este camino, le consultamos sobre su aprendizaje, a lo que respondió: «A partir de los 50 años todos deberían hacerse una colonoscopia, incluso si no tienen síntomas. No hay que dejarlo pasar. A veces el miedo nos detiene, pero es una tontería no hacerte un estudio que te puede salvar la vida”.
Finalmente, Liliana no quiso dejar pasar la oportunidad para agradecer al doctor Avellaneda y a su equipo. «Son amorosos y me trataron muy bien. Estoy muy agradecida con ellos», cerró.
Su historia es un recordatorio de la importancia de escuchar al cuerpo, buscar segundas opiniones cuando sea necesario y no perder la esperanza, incluso en los momentos más difíciles.
Luciana Ursino, para Aries Consultora