Patricia, Diagnóstica de Cáncer de Colon

Patricia tenía 51 años cuando su vida dio un vuelco inesperado. Durante dos años había sentido un malestar persistente en el estómago, que atribuyó a cuestiones digestivas luego de haberse realizado estudios con su médico de cabecera. Sin embargo, una inflamación dolorosa y los síntomas que recordaban a una experiencia cercana la impulsaron a buscar una segunda opinión. Fue entonces cuando una gastroenteróloga le indicó una video colonoscopía urgente. Poco después, el diagnóstico era claro: cáncer de colon, con metástasis en el hígado.

«Entré en desesperación pensando en mi hijo de 20 años y en mi madre, a quien no quise contarle nada», contó Patricia. La experiencia de su madre, quien había superado cáncer tres veces, reforzó su determinación a enfrentar este proceso en silencio para no preocuparla. En este momento de incertidumbre conoció al doctor Nicolás Avellaneda, quien se convertiría en una guía y apoyo fundamental. «Lo llamo mi sanador», expresó.

El temor por su salud y la cirugía era abrumador. Patricia pensaba en la gravedad del cáncer de colon, especialmente con metástasis. Sin embargo, el doctor Avellaneda le dio el visto bueno para operarse en el CEMIC. El día de la cirugía, su fe y la confianza en Nicolás la acompañaron. «Le pedí al Señor que se pusiera en las manos de los médicos para que todo saliera bien», relató. La cirugía fue un éxito: lograron extirpar la porción afectada sin necesidad de realizar un ano contra natura (cirugía que deriva parte del intestino o sistema urinario al abdomen para que el contenido intestinal o urinario pueda salir, tambien llamado bolsa de colostomia).

«Después de la cirugía tuve una complicación: una neumonía que me tuvo internada casi 15 días debido a un virus hospitalaria», agregó. A pesar de los días difíciles y de la imposibilidad de comer o moverse, Patricia valoró profundamente el acompañamiento del equipo médico, especialmente de Nicolás, quien la visitaba a diario. Esta atención constante fue un pilar en su proceso de recuperación.

Posteriormente tuvo que someterse a quimioterapia debido a su metástasis, para asegurarse una curación total. Se trató de un proceso difícil que describe como «horrible, porque tuve reacciones alérgicas y cada sesión era una lucha». Sin embargo, con cada control positivo, recuperaba el ánimo y la esperanza. Hoy, a seis años de su diagnóstico, Patricia se siente una nueva persona. «Volví a nacer. Siempre digo que, en vez de tener 57 tengo 6 años», afirmó con una sonrisa.

La fe y el apoyo incondicional del doctor Avellaneda fueron cruciales en su proceso. «La humanidad del médico es elemental. Siempre estuvo y está cuando lo necesito», aseguró, ya que no solo la operó, sino que aún hoy es quien hace un seguimiento de sus controles y chequeos. 

Antes de terminar con la entrevista le consultamos a Patricia qué palabras le diría a quien esté atravesando su misma situación y respondió: «Tengan fe y confianza. Pónganse objetivos en la vida. Hay que ser positivos y no pensar que el mundo se acaba. Siempre hay cosas lindas por las que luchar».

Patricia continúa con sus chequeos de rutina y agradece cada día la posibilidad de haber encontrado al doctor Avellaneda y su equipo en el momento en que más lo necesitaba. «Nico fue el alma que me recomendó ese lugar para operarme, que me acompañó y sigue estando. Eso ayuda mucho a quienes padecemos esta enfermedad», concluyó.

La historia de Orlando tras vencer al cáncer de recto.


Orlando compartió su inspiradora historia de recuperación tras una cirugía de cáncer
de recto realizada por el doctor Nicolás Avellaneda.
Todo comenzó cuando Orlando notó cambios en su cuerpo: “Empecé a ver cosa
raras, iba al baño y veía sangre en las heces”. Preocupado, se sometió a una
colonoscopía, donde se confirmó la presencia de un tumor. La recomendación fue
clara: necesitaba una operación urgente. Fue entonces cuando lo derivaron al doctor
Nicolás Avellaneda, quien no solo asumió el desafío médico, sino también lo
acompañó a resolver un problema administrativo con su obra social.
Antes de la operación Orlando enfrentó opiniones contradictorias. Algunos le sugerían
tratamientos alternativos, pero él decidió seguir el consejo de Avellaneda. “Me dijo:
‘Tenés que operarte’. Su convicción me dio confianza ciega y no me arrepiento de
haberlo escuchado”, recordó. El día de la cirugía, que duró cinco horas, no estuvo
exento de imprevistos. La obra social envió una sutura mecánica incorrecta sobre la
hora, pero Avellaneda solucionó el problema consiguiendo el material adecuado. “Fue
un proceso post pandemia complicado, donde los tiempos eran otros, pero gracias a él
todo salió bien”, agregó.
La cirugía consistió en una resección minimamente invasiva del segmento de recto
afectado, junto con la grasa que rodea el tumor y contiene los ganglios peritumorales.
Tras la cirugía, Orlando estuvo internado cuatro días. Aunque al principio admite que
el miedo lo paralizaba, la insistencia del doctor en que comenzara a moverse lo motivó
a superar sus temores. “Nunca me había operado y tenía pánico, pero al día y medio
de empezar a moverme ya estaba caminando y me dieron el alta”, resaltó. El
tratamiento continuó con tres sesiones de quimioterapia y quimio en pastillas. Hoy,
cuatro años después, sus estudios de control siguen siendo normales, sin signos de
recaída de la enfermedad.
La experiencia lo llevó a adoptar un estilo de vida más saludable. “Cuidarme fue una
decisión mía. Cambié radicalmente: tomo más agua, casi no consumo harinas y
disfruto una copa de vino de vez en cuando. Me siento mejor que antes de la
operación”, manifestó e hizo hincapié en el impacto emocional del proceso: pasó de
despedirse de sus hijos a abrazar la vida con una nueva perspectiva. “Hoy trato de
viajar, disfrutar y preocuparme menos. Aunque no es motivo de alegría todo lo que me
tocó pasar, hoy puedo decir que veo resultados positivos”, reflexionó.
“El apoyo de mi familia fue fundamental, por eso a alguien que esté atravesando la
misma situación que yo le aconsejo que se aferren a quienes más quieren y confíen en
los médicos y cirujanos. Yo hoy puedo decirles que haría exactamente lo mismo que
hice”, agregó y concluyó: “Avellaneda no solo me dio confianza, sino que me ayudó a
tomar la mejor decisión para mi salud. Estoy agradecido por su profesionalismo y por
acompañarme en este proceso. Hoy 4 años después de la cirugía nos seguimos
viendo y hablando por teléfono, con Avellaneda uno no cuenta con un cirujano sino,
como dice él, con un amigo al que cada tanto vas a ver para ponerse al día,
independientemente de que te tengas que operar o no”.
Orlando es un ejemplo de resiliencia y superación. Su historia inspira a otros a
enfrentar el cáncer con determinación, confianza y una actitud positiva hacia la vida.

La historia de Olivia: la importancia de la detección temprana

La historia de Olivia refleja la importancia de la medicina preventiva y la confianza en
los profesionales de la salud. Siempre estuvo en alerta debido a su historia familiar: su
padre falleció de cáncer de colon, lo que la motivó a realizar controles periódicos con
un gastroenterólogo. Fue durante estos exámenes que comenzaron a detectar pólipos.
En 2019, uno de ellos resultó ser un pólipo sesil con una úlcera, aunque sin signos
malignos. Sin embargo, en 2021, después de posponer los controles por la pandemia,
regresó para realizarse un nuevo estudio y recibió un diagnóstico inesperado: cáncer
neuroendocrino localizado en el recto.
La noticia tuvo un impacto profundo para Olivia. “Me asusté mucho. Mi padre había
tenido un cáncer diferente, pero la palabra cáncer trae consigo muchos fantasmas”,
relató. En medio de su incertidumbre encontró al Dr. Nicolás Avellaneda, quien no solo
le brindó un plan claro, sino también contención emocional. “Avellaneda me ayudó
muchísimo. Llamó a la oncóloga Julieta Graselli, consiguió una cita rápida, y en menos
de dos meses ya estaba operada. Fue un proceso fluido a pesar del rebrote de COVID
que hubo durante ese periodo”, recordó.
La operación pudo ser realizada por vía minimamente invasiva, y fue exitosa. La
misma consistitió en sacar el segmento de recto donde estaba localizado el tumor,
junto con los ganglios que estaban alrededor de ese segmento de intestino, realizando
luego una unión entre el colon y el recto con una sutura mecánica, sin necesidad de
realizar un ano contranatura.
Olivia estuvo cinco días internada, acompañada por sus hijas. “Tuve algo de dolor,
pero tenía unas incisiones muy chiquitas y evolucioné rápidamente. No tuve que hacer
tratamientos adicionales debido a que el cáncer era poco agresivo y estaba
localizado”, explicó. Ahora, solo se somete a controles semestrales para monitorear su
salud, los cuales hasta el momento han mostrado resultados favorables, a 4 años de la
cirugía.
El camino no fue fácil. Olivia recuerda el shock inicial y las emociones encontradas.
“Fue como encontrarme con un monstruo. Lloré mucho, pensaba que iba a morir. Pero
luego me calmé y me concentré en accionar, en hacerme los estudios necesarios. Esa
acción me ayudó a no paralizarme. Como dice siempre el Doctor Avellaneda, hay que
ocuparse, no preocuparse”, confesó.
En la misma línea, destacó la importancia de la medicina preventiva, un hábito
inculcado por su madre. “El cáncer es silencioso y detectarlo a tiempo hace la
diferencia. Es fundamental hacerse chequeos periódicos y enfrentar la situación con
valentía”, afirmó. Hoy, más confiada y tranquila, Olivia vive agradecida por el equipo
médico que la acompañó en este desafío y por la oportunidad de seguir adelante.
“El Dr. Avellaneda fue clave en mi recuperación. Su empatía y profesionalismo hicieron
que me sintiera contenida y respaldada en todo momento, y aún hoy, varios años
posteriores a la cirugía, nos seguimos comunicando por teléfono y nos vemos en
consultorio para controlarme y charlar”, concluyó Olivia, quien se encuentra en buen
estado de salud y disfrutando de su arte.

Patricia, Diagnóstica de Cáncer de Colon

La historia de Graciela, diagnosticada con cáncer de colon

Graciela, paciente de 60 años, fue diagnosticada con cáncer de colon luego del fallecimiento de su padre. En una charla a corazón abierto, nos contó cómo atravesó este proceso, el papel importante que tuvieron los médicos a la hora de afrontarlo y cómo se encuentra hoy en día. 

«Yo cuidaba a mi papá y me hacía estudios todos los años. En uno de ellos hubo un resultado que me dio muy alto, pero me sentía bien, no le di importancia», comentó Graciela. Sin embargo, tras el fallecimiento de su padre, decidió acudir al médico y ahí le ordenaron una radiografia de tórax y, poco después, le recomendaron realizarse una video colonoscopía urgente en el CEMIC, donde encontraron que tenía un tumor localizado en el colon.

Fue precisamente en este lugar donde conoció al cirujano Nicolás Avellaneda, quien se convirtió en una figura fundamental en su vida. «Agradezco a Dios haberme hecho la colonoscopía en el CEMIC porque enseguida me dijeron que vieron algo y que tenía que ver a un cirujano. Fue entonces cuando conocí a Nicolás», señaló.

A pesar del temor inicial, la paciencia y la claridad con la que Nicolás le explicó cada paso del proceso médico le proporcionaron a Graciela una gran calma. «Nicolás me explicó lo que tenía, me dio tanta seguridad. Recuerdo cuando me dijo que había que hacer todo urgente; le pregunté por qué y me respondió que era algo malo y que había que quitarlo», añadió.

Para ella uno de los momentos más inquietantes fue cuando surgió la posibilidad de usar una bolsa de colostomía. «Le pregunté a Nicolás cómo iba a ser la cirugía y le dije ‘yo bolsita no'», recordó y prosiguió: «Él me miró y explicó que si llegaba a necesitarla sería solo por temporal, que me quedara tranquila». La comprensión y empatía con la que le habló hizo toda la diferencia en su proceso de aceptación y confianza.

La cirugía fue un éxito y, según Graciela, el acompañamiento del equipo de Nicolás y del propio médico fue ejemplar. «Tuve una experiencia maravillosa. Después de la cirugía jamás sentí dolor, al otro día ya me levanté, caminé, comí. Fue un paso muy positivo dentro de un contexto tan difícil», afirmó. Luego de la cirugía, el estudio de la pieza quirúrgica determinó que el tumor estaba confinado al colon, y que no iba a requerir ningún tratamiento oncológico suplementario. En otras palabras, que estaba curada.

El trato humano y el profesionalismo de Nicolás Avellaneda dejaron una huella imborrable en Graciela. «Lo quiero a nivel personal, profesional y humano», dijo. «En ningún momento tuve miedo; la paz que él me transmitía era invaluable». A la fecha, Graciela sigue en controles y análisis cada tres meses, con la tranquilidad de estar en buenas manos. Incluso, Nicolás insistió en la realización de estudios genéticos para evaluar el riesgo de transmisión de esta patología a sus hijas. «Yo quería postergarlo, pero después escuché a la oncóloga y a Nicolás. Me lo hice y salió todo bien», subrayó.

Para Graciela Fleitas su tratamiento en el CEMIC y el acompañamiento de Nicolás Avellaneda y su equipo fueron lo mejor que le pudo haber pasado en medio de la tormenta. «Es un excelente profesional. Se nota en cómo te habla, cómo te explica y la seguridad que transmite. Nicolás se pone del lado del paciente», reafirmó y repitió una frase que el cirujano le dijo en aquel momento a modo de reflexión: «Hay que ocuparse y no preocuparse».

Su historia es un testimonio de la importancia de recibir atención médica de calidad y de contar con el apoyo humano de profesionales que logran transformar el miedo en esperanza y el dolor en fortaleza.

La historia de recuperación de Susana

Susana, a sus 80 años, cuenta su historia con serenidad, pero también con la emoción que conlleva haber superado una experiencia tan delicada. La entrevista comienza con una frase que se vuelve central en todo su relato: “Confiar plenamente en quienes se hacen responsables de nuestra salud es fundamental”. En sus palabras no solo emerge su coraje, sino también la importancia de un médico que va más allá de lo profesional, y cómo la relación médico-paciente puede ser un pilar crucial en el proceso de sanación. En este caso, la figura del doctor Nicolás Avellaneda fue clave para que ella pudiera enfrentar su enfermedad con tranquilidad y confianza.

Todo comenzó cuando un sangrado rectal persistente la llevó a consultar con su proctóloga, la doctora Serrano, quien la derivó para una colonoscopía. “Estaba haciendo un tratamiento por hemorroides, pero algo me decía que había algo más”, explica. Y no se equivocaba. El estudio reveló un pólipo cancerígeno, lo que la dejó, en sus propias palabras, “convertida en cinco minutos de una persona sana a una paciente oncológica”. A pesar del impacto emocional que esto le causó, Susana no perdió tiempo y, junto al equipo médico encabezado por Serrano comenzó una carrera contrarreloj para realizarse todos los estudios necesarios.

“Tuve mucha suerte de que, cuando me dieron el diagnóstico, mi cerebro funcionó rápido. Aunque fue un golpe duro, sentí que todo esto se iba a solucionar”, subraya. Susana se realizó todos los estudios complementarios (Tomografía Computada, Marcadores Tumorales en Sangre, Resonancia Magnética Nuclear) que revelaron que no había metástasis el tumor estaba confinado solamente al colon.

A partir de ahí, la carrera fue por encontrar a los especialistas indicados para resolver la situación. El nombre de Nicolás Avellaneda apareció pronto, recomendado como el cirujano a cargo de su operación.

El primer encuentro con el doctor Avellaneda fue un alivio enorme para Susana. Su descripción de ese momento es clara: “Cuando me recibe, su presencia me infundió confianza. Me preguntó cómo me sentía antes de siquiera mirar los estudios. Sentí un gran alivio cuando me dijo que iríamos directo a cirugía. Fue algo maravilloso, porque el miedo que tenía era que me manden primero a quimioterapia”.

El doctor le explicó cómo sería la cirugía y los pasos a seguir. Le dio su contacto personal para mantenerse en comunicación, lo que la hizo sentir una cercanía humana que, como bien dice, “cambia toda la situación”, ya que no se trataba de “un número más en el sistema de salud, sino de un ser humano, una paciente que estaba siendo tratada con respeto y calidez”.

Aunque hubo una pequeña demora en conseguir un quirófano, finalmente la operación se programó para la primera semana de julio. El día de la intervención, Susana entró al quirófano tranquila, sintiendo que todo estaba en las mejores manos. “Cuando el doctor vino a saludarme antes de la cirugía, lo único que sentí fue gratitud. Estaba completamente segura de que todo iba a salir bien”, confirma. Y así fue.

Susana fue sometida a una resección mínimamente invasiva de recto con una reconstrucción inmediata del tránsito intestinal y sin ostomía (ano contra-natura). A las pocas horas de haber terminado la intervención ya estaba caminando por la habitación, sorprendiendo incluso a los médicos con su rápida recuperación.

“Estuve solo 72 horas internada, mucho menos de lo esperado”, comenta. En cada revisión postoperatoria las noticias fueron alentadoras: los ganglios extraídos no mostraban señales de metástasis y los resultados de la biopsia indicaban que el tumor había sido removido con éxito. “El doctor Avellaneda me dijo que para él ya estaba curada. Me abrazó. Fue un momento muy emotivo”, recuerda Susana.

Es por eso que durante la entrevista ella hace énfasis en un aspecto clave de su experiencia: la confianza mutua entre paciente y médico. “Uno pone su vida en las manos de los profesionales, pero también es nuestra responsabilidad seguir los tratamientos y estar atentos”, afirma. Su historia es un recordatorio de que la medicina no es solo ciencia, es también empatía, contención y, en muchos casos, un acto de fe: no solo en los médicos, sino también en la propia capacidad de enfrentar lo que venga.

Para terminar, nos deja un mensaje claro para quienes puedan encontrarse en una situación similar: “Lo más importante es no permitir que el miedo tome control. Somos personas sanas que estamos enfrentando un problema, no personas enfermas. Y con un equipo como el del doctor Avellaneda, uno puede confiar plenamente en que todo va a salir bien”.

A sus 80 años, Susana no solo es testimonio de la efectividad de una cirugía exitosa, sino también de cómo un médico puede hacer la diferencia en el camino hacia la recuperación, no solo con su habilidad técnica, sino también con su calidad humana.

Escucharse y consultar, la historia de Matías


En 2022 Matías comenzó a notar cambios en su salud. La frecuencia con la que iba al
baño se alteraba pero, como muchas personas a su edad (siendo joven uno nunca
piensa que algo grave le estará pasando), optó por no darle trascendencia a los
síntomas. Sin embargo, pronto el dolor se volvió insoportable y comenzó a afectar su
vida cotidiana. «Venía sintiendo cambios, pero no consulté con el médico hasta que el
dolor comenzó a interferir en mis tareas diarias», cuenta.


Con este contexto decidió visitar a una gastroenteróloga. «Ella fue rápida y súper
humana. Tuve la consulta y me mandó a hacerme estudios», relata, destacando la
importancia de una detección oportuna. Esos análisis revelaron la presencia de un
tumor localizado en el recto (la ultima parte del intestino grueso). Como el tumor
estaba localmente avanzado (habia comprometido los ganglios linfáticos que rodean al
tumor), comenzó su tratamiento recibiendo quimioterapia y radioterapia.

Los resultados de este proceso resultaron ser positivos, aunque no lograron eliminar al
tumor en su totalidad. “Había quedado un puntito, algo tan pequeño que parecía hasta
imperceptible”, afirma y agrega: “Mi médica me recomendó operarme, pero la cirujana
de cabecera con la que me venía siguiendo estaba fuera del país. A raíz de esto
realicé interconsultas viendo a otro médico que me dijo que no era necesario
operarme. Fue así que volví a ver a mi médica de cabecera, le expliqué mi decisión de
no operarme y continué haciéndome estudios de rutina por si el tumor volvía a crecer”.

Al realizar quimio y radioterapia para un cáncer de recto localmente avanzado,
sabemos, basado en estudios internacionales, que hay un 20-30% de los pacientes
que tendrán una respuesta clínica completa, es decir, que el tumor desaparece y el
paciente puede optar por no operarse y realizar controles clínicos de seguimiento.

Esto continuó hasta abril de 2024, donde todo cambió. Durante una colonoscopía de
control durante el seguimiento, se diagnosticó un recrecimiento del tumor, es decir,
que el tumor había vuelto a aparecer. Estudios de imágenes confirmaron esto, y que el
tumor estaba solo localizado en el recto (sin tener afectación a distancia).

Con estos estudios, Matias fue derivado nuevamente al cirujano con el que se venía
siguiendo, pero este no le generaba suficiente confianza y Matias no sentía que fuera
lo suficientemente claro sobre como seguir ante esta situación.
Fue entonces cuando decidió realizar una segunda consulta con el Dr. Nicolás
Avellaneda, con quien Matías sintió de inmediato algo diferente. «Salí súper tranquilo y
confiado luego de la primera consulta que tuve con él. Su calidad humana, su
templanza, fue algo que no había experimentado con otros cirujanos», añade.

El Dr. Avellaneda le explicó cómo sería la cirugía, y a su vez pudo ver un video en la
página de internet del Doctor donde se explicaba el antes, durante y después de la
cirugía con mucha claridad. En ese momento Matías identificó que el procedimiento no
era igual a la que le habían planteado otros expertos. «La cirugía que conocía no la
quería, pero la que él me planteó era diferente. Me dio seguridad», asegura. Además,
revela que durante la consulta el doctor le dijo algo que quedó grabado en su mente:
«Me preparé toda la vida para hacer esto. Nosotros te vamos a cuidar». Estas palabras
fueron claves para afrontar lo que venía. «Fue escuchar lo que necesitaba. Algo
reconfortante, que nunca había transitado conscientemente», continúa.
Llegó el momento de la intervención, y esta fue un éxito. La cirugía se realizó por vía
mínimamente invasiva, y Matías estuvo internado 72 horas, luego de lo cual regresó a su casa, y a las 3 semanas habia vuelto a sus actividades habituales.

El informe de patología de la pieza quirúrgica confirmó que el tumor estaba limitado al recto, y que la cirugía había sido curativa. No necesitaba realizar ningún tratamiento complementario.

Tres meses después Matías se siente mejor que nunca. «Lo bien que me siento ahora
no tiene nombre», dice con una sonrisa. «Después de todo lo que pasé, que me digan
que estoy sano es fuertísimo», agrega emocionado, ya que el proceso no solo lo alivió
físicamente, sino también emocionalmente.

Matías nunca imaginó que atravesaría algo así, a pesar de haber acompañado a su
madre y a una tía en procesos similares. “Cuando te pasa a vos te das cuenta que uno
no tiene idea de lo que siente una persona hasta que lo vive en carne propia”,
reflexiona.


El camino fue duro, pero nunca perdió la esperanza. «Estaba tranquilo sabiendo que
estaba haciendo todo lo posible para que se resolviera mi situación. Siempre fui prolijo
con mis tratamientos, pero mi único ‘no’ era la cirugía», admite. Sin embargo, cuando
llegó el día de la operación, todo fluyó. «Cuando Avellaneda llegó relajado, con su
impronta, me puse en ‘modo avión’ y esperé que él hiciera su magia. Confié
plenamente en él, porque si no hubiera sentido esa confianza no me hubiera operado»,
añade.


Para terminar, Matías destaca que la calidez del Dr. Avellaneda fue clave, ya que “más
allá de la excelencia profesional, lo humano marca la diferencia». Hoy se siente
agradecido y comparte su experiencia con humildad, sin pretender dar lecciones, pero
recordando lo importante que es confiar en los profesionales que te rodean, escuchar
a tu propio cuerpo y no dejarse dominar por el miedo.

Por Luciana Ursino para Aries Consultora

Liliana y su proceso de recuperación tras sufrir cáncer de colon 

Liliana nos relató su difícil travesía desde los primeros síntomas que tuvo debido a un tumor, hasta su recuperación luego de ser operada por el doctor Nicolás Avellaneda. Su historia resalta la importancia de la detección y atención temprana, la confianza que debe brindar el equipo médico y la actitud positiva que deben tener los pacientes frente a la adversidad.

Todo comenzó con molestias abdominales persistentes. «Tenía mucha inflamación y, a veces, acudía a la guardia. Me decían que era solo una distensión abdominal», comentó Liliana, haciendo hincapié en que el dolor que se iba y venía cada vez se hacía más frecuente, y pese a que le recomendaron una endoscopía, la postergó, pensando que no era necesaria.

Todo esto transcurrió durante la pandemia y se volvió más complejo cuando su situación empeoró. «Me inflamé mucho y me sentía muy mal. Fui a la guardia de un hospital de mi obra social, me hicieron una radiografía y me mandaron a casa. Al día siguiente volví porque seguía igual y me dijeron lo mismo: que no era nada, solo una distensión abdominal», agregó.

Ante la insistencia de su hermana contactó a una amiga gastroenteróloga, a quien le compartió sus estudios por mensaje y recibió una respuesta rápida: «La médica me dijo que tenía una obstrucción y me recomendó ir al médico para pedir ver a un cirujano».  Así fue que volvió a la guardia del Hospital donde capitaba por la obra social, y le practicaron una cirugía de urgencia por vía convencional. Posterior a la cirugía, le dijeron que tenía 2 tumores en el colon y que los mismos no podían ser extirpados por ser muy avanzados, así es que lo mejor era ir a ver a un oncólogo para comenzar con quimioterapia. A su vez, le dejaron una colostomía (ano contra-natura) para tratar la obstrucción intestinal.

Tras semanas de incertidumbre Liliana continuó sintiendo síntomas y debido a que no encontró respuestas claras respecto de si efectivamente su enfermedad no tenía tratamiento, decidió buscar una segunda opinión en el CEMIC, donde finalmente conoció a Nicolás Avellaneda. “Fui a un gastroenterólogo y rápidamente me derivó a cirugía. Ahí fui con el doctor Avellaneda, quien ya tenía los análisis previos en su poder, es decir, ya estaba al tanto de mi situación”, resaltó. “El doctor me tranquilizó mucho y me explicó que tenía que operarme de nuevo, ya que no le quedaba claro que efectivamente el tumor que yo tenía no pudiera ser extirpado en su totalidad», agregó, recordando lo crucial que fue ese momento para su recuperación. Todo este proceso había iniciado en abril y concluyó en agosto, cuando le extirparon el tumor.

El contraste con su experiencia anterior fue notorio. «En el hospital me habían dicho que quizás necesitaba quimioterapia antes de operar, pero luego me dijeron que no hacía falta. Todo era confuso», recordó y prosiguió: “En cambio, con Avellaneda todo fue claro desde el principio. La operación fue exitosa, pudieron extirpar los 2 tumores en su totalidad, y los estudios posteriores revelaron que debía seguir el tratamiento con sesiones de quimioterapia”.

De esta manera, Liliana enfrentó este proceso durante tres meses, mientras seguía usando la bolsa de colostomía que había quedado para proteger la unión intestinal que habían hecho luego de resecar los 2 tumores. Finalmente, a principios del 2021 pudo despedirse de ella tras otra cirugía exitosa. «Fue un alivio total», afirmó. 

«Me siento bárbara. Incluso después de tanta operación me tuvieron que poner una malla porque la pared que sostiene los órganos estaba distendida. Pero todo salió perfecto. Hoy hago gimnasia tres veces por semana, aquagym y ejercicios en la plaza», manifestó, luego de confirmarnos que hoy en día está completamente recuperada.

El papel del doctor Avellaneda fue fundamental no solo en el aspecto médico, sino también en el emocional. «Me dio mucha seguridad, me sentí muy apoyada por él. La parte humana en estos casos es tan importante como la médica y eso fue lo que me mantuvo con buen ánimo», añadió.

Teniendo en cuenta todo este camino, le consultamos sobre su aprendizaje, a lo que respondió: «A partir de los 50 años todos deberían hacerse una colonoscopia, incluso si no tienen síntomas. No hay que dejarlo pasar. A veces el miedo nos detiene, pero es una tontería no hacerte un estudio que te puede salvar la vida”.

Finalmente, Liliana no quiso dejar pasar la oportunidad para agradecer al doctor Avellaneda y a su equipo. «Son amorosos y me trataron muy bien. Estoy muy agradecida con ellos», cerró.

Su historia es un recordatorio de la importancia de escuchar al cuerpo, buscar segundas opiniones cuando sea necesario y no perder la esperanza, incluso en los momentos más difíciles.

Luciana Ursino, para Aries Consultora

La historia de Vladimir, diagnosticado con cáncer de recto.

La experiencia de los pacientes cumple un rol clave a la hora de destacar la calidad de los profesionales de la salud y los avances tecnológicos que pueden marcar una diferencia en la vida de las personas. Un caso de esto es el de Vladimir, quien tras un diagnóstico de cáncer de colon en Bolivia decidió optar por una alternativa en la Argentina, liderada por el especialista en coloproctología, el doctor Nicolás Avellaneda.

«Al doctor Nicolás Avellaneda llegué a través de internet. Ingresé a preguntar por un profesional en Buenos Aires, que sea especialista en coloproctología y ahí lo encontré. Vimos su currículum, lo consulté con mis hijos y familiares, y con el acuerdo de todos decidí viajar a la Argentina», contó el paciente.

En Bolivia le habían diagnosticado cáncer de colon y, aunque le ofrecieron un tratamiento, no le parecía el indicado. «El procedimiento que me iban a realizar no me convencía, querían iniciar con quimioterapia, radioterapia y después cirugía. Con mi familia nos pareció un tratamiento exagerado, así que buscamos opciones en Chile y Argentina. El prestigio de los profesionales de acá nos llevó a elegir este país», confesó y agregó: “Me vine a Bolivia con todos los análisis, los informes, las placas. Le escribí al doctor para hacer la primera consulta y me dijo: ‘te veo mañana a las 15 horas en el CEMIC’. Fui a la cita, revisó toda la documentación y me explicó que con la cirugía se corregía el diagnóstico y me curaba».

El proceso quirúrgico se agilizó de manera eficiente. «Inicialmente el doctor me dijo (un viernes) que me podía operar el miércoles, pero luego me llamó para decirme que había encontrado un espacio para hacerla el lunes. Acepté y acto seguido me contactó con su equipo médico, quienes me indicaron qué hacer antes de la operación», detalló.

A 11 días de la cirugía (momento en el que se realizó esta entrevista), Vladimir se mostró muy agradecido por la evolución de su salud. «Me sentí bastante bien. Al día siguiente de la intervención vino un equipo de kinesiólogos y personal de apoyo del doctor, me ayudaron a levantarme y pude caminar. Hoy ya estoy en mi domicilio y todo va bien», destacó.

De cara al futuro, el paciente tiene programadas dos citas más con el doctor Avellaneda, para la revisión final y el informe de patología que definirá los pasos a seguir. «El currículum del doctor, su juventud, sus conocimientos para el manejo de última tecnología y su comportamiento con los pacientes, son las razones por las que lo elegí», prosiguió.

Para cerrar, Vladimir dedicó unas palabras cargadas de gratitud hacia el doctor y el país que lo recibió. «Nicolás Avellaneda es una luz de esperanza en un momento donde uno siente que está encerrado en un cuarto oscuro sin ventanas. Venir a la Argentina fue una decisión acertada de la que nunca me voy a arrepentir”, manifestó y concluyó: “Mi padre trabajó acá, siempre decía que Argentina era su segunda patria y hoy es esta patria la que me devolvió la vida».

La experiencia de Vladimir no solo nos deja como enseñanza la importancia de afrontar y actuar rápido cuando se presenta un diagnóstico, sino también resalta el potencial de la Argentina como destino médico de calidad, capaz de brindar esperanza y soluciones en situaciones críticas.

Por Luciana Ursino, para Aries Consultora

Jaime, estudiante de ingeniería en petróleo, diagnosticado con la enfermedad de Crohn, año 2020

Jaime es estudiante de ingeniería en petróleo y en agosto del 2020 fue diagnosticado y operado por una complicación de la enfermedad de Crohn.

Durante más de un año Jaime sentía malestares cuando comía. “Fui a un gastroenterólogo y me dijo que suprima ciertas comidas. El problema fue que con el tiempo el malestar persistió, empecé a tener fiebre de vez en cuando y los dolores se agudizaron”, relató y agregó: “Un día no aguanté más y fui al médico nuevamente. Me hicieron una tomografía y cuando vieron que los resultados dieron mal me recomendaron ir a una guardia para que me evalúen, ya que era en plena pandemia y todo era muy complicado. Fue así como quedé una noche internado y me confirmaron que me tenía que operar”. En la tomografía se ha detectado un absceso secundario a inflamación en la última parte del intestino delgado.

Para realizar la intervención quirúrgica fue trasladado el jueves al CEMIC y tras nuevos estudios le confirmaron la fecha de operación para el lunes. “Los síntomas eran de hace un año y medio pero los médicos anteriores le restaron importancia y lo minimizaron. En algún momento también creyeron que era COVID, hasta que esa semana no daba más del dolor y con la tomografía se confirmó que tenía una perforación en el intestino”, aseguró Jaime. “El diagnóstico era una inflamación asociada a una pequeña filtración (perforación) a nivel del intestino. La operación era para tratar esa perforación en el intestino resecando la parte enferma, y posteriormente reconstruir el tránsito intestinal”, continuó y afirmó: “Una vez realizada la cirugía, y con los resultados del estudio de la pieza quirúrgica, me confirmaron que lo que había pasado era secundario a la enfermedad de Crohn”.

Los días posteriores a la intervención fueron dolorosos, “sentía que me estaban apuñalando, no me podía mover”; pero con el correr de los días eso se fue calmando. Ayudó mucho que la cirugía haya podido ser por laparoscopía, algo que en muchos casos como éste, por la inflamación, no se puede realizar.

Jaime conoció a Nicolás una vez finalizada la operación, ya que la misma fue de urgencia, pero sus padres tuvieron la oportunidad de hablar con él antes de la misma. “Queremos agradecerles a todos los médicos, pero en especial a Nicolás, que nos respondió en todo momento”, manifestó su mamá y añadió: “A los 25 días nuestro hijo hizo un abdomen agudo, lo que provocó que lo vuelvan a internar, algo que es común en este tipo de casos. Nicolás nos atendió el teléfono siempre y hasta se acercó al sanatorio. Es el día de hoy que es un contacto permanente de consultas”. 

Tiempo después de haberse recuperado de la cirugía abdominal, Jaime tuvo que realizarse dos intervenciones que fueron realizadas tambien por Nicolás, ya que presentó una fístula anal, algo común en los pacientes diagnosticados con Enfermedad de Crohm. “Él se acercó a nosotros cuando entró al quirófano, nos permitió que estemos ambos esperándolo, se presentó, nos dio su teléfono en el momento y antes de que vuelva a la habitación nos explicó lo que le hicieron y siempre estuvo predispuesto a responder todas nuestras dudas. Es muy compañero y un gran profesional, algo que no se encuentra en todos los doctores”, concluyó. Sorprendentemente, no hubo que realizar un tratamiento quirurúrgico de la fístula anal, ya que gracias a recibir tratamiento médico (con una medicación), la fístula cerró espontaneamente.

El tratamiento de Jaime se realizó siempre de forma multidisciplinaria, con especialistas de todas las áreas trabajando en conjunto, ya que la enfermedad inflamatoria intestinal (que agrupa la Enfermedad de Crohn y la Colitis Ulcerosa) muchas veces requiere de manejo médico además de la cirugía. Por eso, Nicolás trabaja con el Dr. Juan Lasa, un gastroenterólogo especialista en esta patología, con el que se trabaja en conjunto para tomar las mejores decisiones relacionadas con estos pacientes.

Al finalizar nuestra charla, Jaime nos dejó un mensaje para quienes estén atravesando una situación similar a él. “Les digo que se operen por más que tengan miedo, que eso los va a ayudar a mejorar con el tiempo. No hay alternativa. Si uno deja pasar el tiempo le puede ocurrir lo que me pasó a mí, que prácticamente tuve que operarme de urgencia”, cerró.

Jaime se encuentra en seguimiento actualmente, realizándose chequeos cada tres meses y controlando que si situación siga en buenas condiciones. A la fecha, no presenta manifestaciones de su enfermedad y realiza una vida normal.

Cecilia, docente de 42 años, diagnosticada con cáncer de recto

Cecilia es docente, tiene 42 años y en el año 2019 comenzó a transitar un camino inesperado en su vida.

Durante un año perdió 8 kilos sin ningún sentido y en base a eso se ocupó de su salud en todos los aspectos: empezó el nutricionista para equilibrar la dieta y luego creyó que la misma era la culpable de su constipación. En paralelo a ello realizó diversos estudios con distintos profesionales, quienes le diagnosticaron endometriosis y hemorroides sangrantes. “Hasta fui al proctólogo, me hice estudios y me mandó a casa. Textual me dijo ‘un tumor no tenés’”, relató Cecilia y agregó: “No me podía sentar, ni parar. No podía caminar, el dolor era insoportable. No podía creer que las hemorroides dolieran tanto”.

Ya en 2020 un ginecólogo le recomendó hacerse una colonoscopia, y cuando el 10 de marzo le dieron los resultados le dijeron que había algo que estaba mal, que sacara turno con el oncólogo y se comunicara con el cirujano Nicolás Avellaneda para continuar con el tratamiento, ya que el diagnóstico era cáncer de recto con extensión al hígado, donde se veían unas manchas que eran secundarias a ese tumor de recto.

“Fue fuerte cuando me dijeron que tenía que contactar al cirujano. Al día siguiente de eso fui a trabajar a pesar de sentirme muy mal y el 12 de marzo ya me encontré con Nicolás Avellaneda. Me acompañaron un grupo de amigas que estuvieron haciéndome el aguante, realmente me sentí muy contenida”, comentó Cecilia y prosiguió: “Me encontré con un profesional y ser humano súper empático. Nicolás apenas me vio me sostuvo, me explicó los pasos a seguir, me brindó un amplio conocimiento sobre el tema, cómo lo íbamos a abordar y ahí empecé el tratamiento. A su vez, me dió su teléfono para que lo llame por cualquier duda o consulta que pudiera surgirme, ya que como dijo él, a veces uno está nervioso en consultorio y se olvida de preguntar cosas”.

“Después de salir de hablar con Nicolás sentí que estaba curada. Encontrar un profesional que te explique qué tenés, cómo lo van a abordar y que te trate como una persona integral, es increíble. Y más aún cuando se trata de una enfermedad a la que uno le tiene mucho miedo, que cuando te dicen que la tenés pensás en cuántos meses te quedan de vida. Sin embargo, Nicolás me explicó que es una enfermedad que se trata, que puede ser más o menos invasiva, pero que tiene cura y esa seguridad no te la da ningún profesional”, añadió.

El 20 de marzo empezó la pandemia, así que todo el tratamiento lo tuvo que hacer durante el auge del COVID-19. El mismo consistió en sesiones de rayos diarias y quimio en pastillas, atacando las manchas en el hígado y el tumor en el recto. “El equipo médico que me atendió es hermoso. Yo tengo un tatuaje de los Redondos, mi banda favorita, y siempre que iba a hacerme rayos me ponían una canción de ellos”, recordó.

Después de dos meses Cecilia volvió a hacerse estudios para conocer el estado de la enfermedad. Como la misma persistía se le dio fecha de operación: 8 de septiembre. “Ese día me operé y en la misma cirugía me operaron de las metástasis que tenía en el hígado y del tumor de recto”, explicó y siguió: “Pusieron dos equipos a mi disposición: un equipo especialista en cirugía de hígado, compuesto por el Dr. Roberto Salgado (h) y el Dr. Tomás Lancelotti; y otro en cirugía de colon y recto, conformado por Nicolás y por el Dr. Augusto Carrie, jefe del Servicio de Cirugía del CEMIC. Hicieron todo por vía laparoscópica mínimamente invasiva, lo cuál me sorprendió porque no pensé que cirugías de esta complejidad se pudieran hacer por esta vía. El hecho de que el equipo de Nicolás tenga profesionales de todas las especialidades también fue muy importante”.

Luego tuve algunas complicaciones por una fiebre alta que creyeron que era COVID, tuve ataques de pánico mientras estuve internada y aislada, pero finalmente me recuperé”, detalló. El 20 de noviembre la operaron una vez más porque sus intestinos habían generado unas adherencias, algo que “puede pasar en este tipo de casos, como me explicó Nicolás que siempre estuvo ahí para contenerme y acompañarme, junto al resto del equipo”.

“Cuando terminaron de operarme me acuerdo que alguien me preguntó cómo me sentía, cómo estaba, si necesitaba algo. La verdad es que para mí el respeto por el cuerpo del otro es fundamental y valoro mucho que todos se acercaran a contarme lo que iban a hacerme. Cuando uno está en un estado de vulnerabilidad total que te respeten es muy valorable”, manifestó Cecilia y agregó: “Esta segunda cirugía también fue por laparoscopía y eso me permitió recuperarme muy rápido”.

Antes de recibir el alta definitiva estuvo un año con una bolsa de ileostomía, que se realiza para protegener la unión intestinal que se realiza entre el intestino grueso y el recto/ano, cuando se trata de tumores de recto bajo. Esta bolsa únicamente se requiere en casos seleccionados y habitualmente se cierra entre 3 y 5 meses posteriores a la cirugía original. “En mi caso tuve que esperar hasta el 13 de septiembre de 2021, ya que con las demoras de la pandemia y teniendo que realizar quimioterapia luego de la cirugía, todo se demoró más de lo habitual”, confesó.

El 17 de octubre del mismo año, un mes después de esa cirugía, volvió a trabajar normalmente y desde aquel entonces continúa controlándose a intervalos regulares con el oncólogo y de forma anual con Nicolás Avellaneda, primero cada tres meses y luego cada seis. “Eso también me sorprendió porque uno está acostumbrado a ver la figura del cirujano como alguien al que ves para operarte y no lo ves más, pero Nicolás, como se define él mismo, es obsesivo con el seguimiento de los pacientes a largo plazo también”, añadió.

“Nicolás es un profesional que está pendiente de todo, hasta me ha llamado por papeles que faltaban antes de la operación. Y lo mismo a la inversa, yo lo llamo, me contiene y me responde cada vez que tengo alguna duda o me preocupa algún síntoma”, señaló Cecilia y prosiguió: “Jamás dudé en operarme. Nicolás me decía lo que tenía que hacer y yo lo hacía porque inspira una gran confianza y te da seguridad, algo que no lograron otros profesionales. Hay un trato humano que es muy valioso”.

El año que viene se cumplen 5 años desde el diagnóstico de Cecilia de cáncer de recto con extensión al hígado. “Durante este tiempo siempre me realizo estudio y controles relacionados con la enfermedad, los cuales vienen dando bien siempre. Esto es un gran alivio, porque con lo avanzado de la enfermedad, uno siempre se preocupa de qué va a pasar. Sin embargo, hoy me encuentro curada y haciendo una vida normal desde todo punto de vista. Siempre que tengo estudios nuevos, como me da miedo verlos, se los mando antes a Nicolás para que los vea y me diga que está todo bien”, compartió y prosiguió: “Casi 5 años después sigo pensando que me va a mentir diciéndome que está todo bien cuando en realidad está pasando algo malo. Pero eso no solo nunca se cumplió, sino que Nicolás se mantuvo sincero durante todo el camino, ya sea contándome la verdad cuando me tuve que operar y ahora que está todo bien”.

Tras relatar su experiencia, el proceso, el momento donde tuvo que definir qué pasos debía seguir y el presente que atraviesa, Cecilia nos dejó un mensaje para quienes están viviendo una situación similar a la de ella. “Una de las cosas que le diría es que estemos atentos a leer nuestro cuerpo, que muchas veces con la vorágine de la vida uno las tapa automedicándose o los niega. Es importante que nos conectemos con nuestro cuerpo, porque es una enfermedad fuerte y el tratamiento es invasivo, pero es una enfermedad que se puede curar cuando vos te escuchas”, comentó y concluyó: “Les podría decir también que vayan con Nicolás, pero eso depende de la vida, las obras sociales, etc. Por eso también recomiendo que hagan el tratamiento, que pregunten y que si el profesional no los escucha, no les pregunta, no los sostiene, no les explica, vayan a otro lado. Así fue como yo encontré a Nicolás y su equipo”.

Mariela, fotógrafa independiente, diagnosticada con una enfermedad diverticular severa

Mariela es fotógrafa y en el año 2022 sufrió una perforación en el intestino que le cambió la vida durante un año.

Luego de pasar por varias clínicas, diagnosticada con enfermedad diverticular, en agosto de 2023, luego de un nuevo brote asociado a dolor abdominal, fue atendida en la guardia del CEMIC donde la derivaron al cirujano Nicolás Avellaneda para ponerle fin a los dolores y el padecimiento.

“Cuando me diagnosticaron en 2022 me decían que me iban a operar cuando ya no aguantara más los dolores y que me iban a poner una bolsita de colostomía”, relató Mariela y continuó: “Me banqué 10 meses teniendo una internación por mes y la ingesta de muchos antibióticos. Comía todo hervido y procesado porque me dijeron que era intolerante al gluten, a la lactosa, entre otras cosas”. Fue así que adelgazó 13 kilos.

Finalmente, en agosto del 2023, le pidió a su esposo que la llevara al médico porque no aguantaba más los dolores y como no quiso ir a ninguna de las tres clínicas que la habían atendido anteriormente debido a que siempre le decían lo mismo, terminó en el CEMIC. “Ahí me atendió una medica de guardia, me revisó, me reconfirmó mi diagnóstico de diverticulitis y me dejó internada. Fue ahí cuando me dijeron que hablara con el cirujano Nicolás Avellaneda porque no había otra cosa que hacer que operarme. Tuve una entrevista con él una semana después”, manifestó.

“Nicolas me vio y me dijo que no era necesario bolsita. Con eso para mí ya era Dios. La primera impresión con él fue de par a par, un tipo que te habla de igual a igual”, añadió y prosiguió: “Recuerdo que lo primero que me dijo fue que me iba a salvar la vida y yo le dije que estaba podrida de comer todo procesado o de no comer nada”. A partir de ahí Mariela dejó los antibióticos, se hizo los estudios pertinentes y el 5 de octubre del 2023 se operó. “Desde ese día soy otra persona”, confesó y agregó: “Con Nicolás Avellaneda nos vimos en tres entrevistas, me explicó cómo iba a ser la cirugía, que no iba a estar con bolsita de colostomía, al menos en primera intención, y esto solo se hacía en casos seleccionados o cuando la unión intestinal no pegaba bien, y que iba a estar todo bien. También me explicó que iba a realizar un cirugía mínimamente invasiva, con bajas posibilidad de tener que realizar una cirugía convencional o abierta, lo cuál también me sorprendió porque hasta ahora siempre me habían hablado de que la laparoscopia no era viable en mi caso, por la severidad de la enfermedad”. A las 24 horas de haberse operado ya estaba caminando y tomando liquidos. Mariela se operó un jueves y el domingo tuvo el alta.

“Una de las cosas que también recalco es que Nicolás me acompañó al quirófano. Ese día le dije que iba a ser abuela y que tenía que sobrevivir, y él me dijo que iba a vivir”, manifestó. Además, destacó que Nicolás mantiene constantemente un contacto directo con sus pacientes, ya que “con cada duda que tuve me contuvo. Una sola vez tuve una pequeña hemorragia, lo llamé y me dijo que me quede tranquila, que era normal”. “También un domingo a la madrugada lo llamé y me atendió sin problemas, me dijo qué pasos seguir. En todo momento fue compañero, tiene una calidez humana que no sentí con ningún otro médico”, añadió.

Durante ese año de padecimiento Mariela tuvo que dejar de trabajar, dejó su vida. “No puedo entender como nadie me daba una alternativa a la bolsita y eso que corría riesgos porque se podría estrangular el intestino o haberse vuelto a perforar”, explicó. Hoy en día se siente espectacular. Al mes de su operación pudo comer y volver a su vida normal.

Al finalizar nuestra charla le consultamos qué mensaje le daría a aquellas personas que atraviesan una enfermedad diverticular severa, y nos respondió: “Que se animen a operarse, que sin dudas te cambia la vida”. “Es cierto que uno se llena de dudas, que da miedo, pero así y todo hay que arriesgarse porque el cambio de vida es radical. Uno a veces tiene suerte y otras no, pero hay que animarse porque te cambia la vida totalmente”, agregó y concluyó: “Yo le digo a quienes tiene divertículos que se animen, que se operen, que busquen a Nicolás que te cambia la vida. A mi él me devolvió la vida”.

Y cerramos esta historia con las palabras de un posteo de ella en sus redes sociales luego de haberse operado: “Solo imagínate lo hermoso que es arriesgarte con tus miedos a cuesta y que encima todo salga bien. Gracias inmensas Nicolás Avellaneda y a todo su equipo de cirugía de CEMIC”.

Salvador, mecánico independiente, diagnosticado con cáncer de recto

Salvador es mecánico y en 2020 recibió la noticia de que tenía cáncer de recto. “Después de algunas semanas con dolor y que me hayan dicho que tenía hemorroides, mi médico de cabecera me mandó a hacer una colonoscopía. Ahí descubrí que había manchas grises en el recto y fue cuando me derivaron con el doctor Nicolás Avellaneda”, comentó y agregó: “Tuve una entrevista con él y fue muy buena. Además de ser un buen médico, proctólogo, cirujano, es psicólogo, extremadamente humano, cálido y compañero”.

Luego de esa primera consulta Salvador llevó adelante un tratamiento oncologico consistente en quimioterapia con pastillas y radioterapia, ya que el tumor se encontraba muy cerca del ano, y “segun el Doctor Avellaneda, en un porcentaje de pacientes luego de este primer tratamiento el tumor desaparece y uno puede no operarse y realizar un seguimiento” Salvador destaca que dentro del equipo del Dr. Avellaneda no está solo él, sino que también hay enfermeras, nutricionistas, oncólogos, radiólogos, entre otros, fundamental para abordar estas enfermedades de forma multidisciplinaria.

“Una vez que terminé con eso lo fui a ver, y el doctor me dijo que se había reducido, pero no había desaparecido, por lo que lo  mejor era operarme”, relató Salvador y continuó: “En ese momento le pregunté a Nicolás si podía seguir con el tratamiento oncológico, y él me miró a la cara y me dijo “¿Vos querés vivir, no? Hay que hacer esto para que puedas liberarte de esto”’. Eso me hizo un clic. Le dije que quería vivir y que iba a operarme”. 

Fue así como entró a quirófano el 30 de mayo del 2020. Otra de las preguntas que surgieron fue si una cirugía de esta complejidad se tenía que hacer una incisión grande como se hacía antes, o si iba a tener que tener una bolsita (ano contranatura) de por vida, ya que el tumor estaba tan cerca del ano. “Recuerdo que me miró y me dijo que sabía que estaba asustado y tenía razón, pero que me quede tranquilo que la cirugía se podía hacer por vía laparoscópica minimanete invasiva, y que probablemente iba a poder prescindir de la bolsita, aún siendo un tumor tan bajo. Sinceramente no tengo más que palabras buenas hacia Avellaneda”, prosiguió.

Salvador nunca dejó de trabajar, salvo los días cuando fue operado. Estuvo 3 días internado, dos semanas en reposo y luego continuó con su vida normal. Sin embargo, recuerda que los días previos no fueron fáciles, ya que la noticia de su diagnóstico lo sorprendió. “Dentro de todo lo tomé bien y varias palabras de las que te dijo Nicolás me ayudaron a hacer un clic. Me di cuenta que era yo el que tenía que afrontar lo que me estaba pasando, junto con mi familia, así que no me quedaba otra que ir para adelante”, aseguró. 

Luego de la operación y la quimioterapia preventiva postoperatoria, Salvador y Nicolás continuaron viéndose para llevar adelante un seguimiento durante 4 años. “En la operación me sacó la parte del recto que estaba enferma, y me hizo una colostomía perineal,que consiste en sacar el intestino a través de la cola y recortarlo a la semana de la cirugía. Así que tampoco tuve que tener bolsita, como era mi miedo, y gracias a eso hoy puedo tener una vida normal y sin problemas de continencia”, relató.

Al finalizar nuestra charla le consultamos sobre qué mensaje le dejaría a quien esté pasando un momento similar al que le tocó vivir, a lo que respondió: “Si se encuentra en la misma situación que yo en cuanto al cáncer de recto lo que le puedo decir es que haga el tratamiento como corresponde y trate de buscar una persona buena como Nicolás Avellaneda, que no solo te acompañe en el camino sino que esté instruido en todo el tratamiento, no sólo en la cirugía. No tengo dudas de que ese es el camino”.

Hoy en día Salvador se encuentra atravesando nuevamente un tratamiento, ya que le detectaron cáncer de estómago. Si bien no está relacionado a la especialidad de Nicolás, nos contó que “cuando comencé con los dolores de estómago lo llamé a pesar de que sabía que no tenía mucho que ver con mi diagnóstico anterior y que no era su especialidad, pero aún así me atendió, me recomendó hacer una endoscopía y colonoscopía, y así fue que me dieron este nuevo diagnóstico, que es independiente a lo que tuve anteriormente. No solo eso, sino que llamó por teléfono a un especialista en cáncer de estómago para que me atienda lo antes posible. Con él las cosas son así, me operó hace 4 años pero sigue siendo mi referencia a quién acudir”. Por este motivo le deseamos una pronta recuperación.