Cecilia es docente, tiene 42 años y en el año 2019 comenzó a transitar un camino inesperado en su vida.
Durante un año perdió 8 kilos sin ningún sentido y en base a eso se ocupó de su salud en todos los aspectos: empezó el nutricionista para equilibrar la dieta y luego creyó que la misma era la culpable de su constipación. En paralelo a ello realizó diversos estudios con distintos profesionales, quienes le diagnosticaron endometriosis y hemorroides sangrantes. “Hasta fui al proctólogo, me hice estudios y me mandó a casa. Textual me dijo ‘un tumor no tenés’”, relató Cecilia y agregó: “No me podía sentar, ni parar. No podía caminar, el dolor era insoportable. No podía creer que las hemorroides dolieran tanto”.
Ya en 2020 un ginecólogo le recomendó hacerse una colonoscopia, y cuando el 10 de marzo le dieron los resultados le dijeron que había algo que estaba mal, que sacara turno con el oncólogo y se comunicara con el cirujano Nicolás Avellaneda para continuar con el tratamiento, ya que el diagnóstico era cáncer de recto con extensión al hígado, donde se veían unas manchas que eran secundarias a ese tumor de recto.
“Fue fuerte cuando me dijeron que tenía que contactar al cirujano. Al día siguiente de eso fui a trabajar a pesar de sentirme muy mal y el 12 de marzo ya me encontré con Nicolás Avellaneda. Me acompañaron un grupo de amigas que estuvieron haciéndome el aguante, realmente me sentí muy contenida”, comentó Cecilia y prosiguió: “Me encontré con un profesional y ser humano súper empático. Nicolás apenas me vio me sostuvo, me explicó los pasos a seguir, me brindó un amplio conocimiento sobre el tema, cómo lo íbamos a abordar y ahí empecé el tratamiento. A su vez, me dió su teléfono para que lo llame por cualquier duda o consulta que pudiera surgirme, ya que como dijo él, a veces uno está nervioso en consultorio y se olvida de preguntar cosas”.
“Después de salir de hablar con Nicolás sentí que estaba curada. Encontrar un profesional que te explique qué tenés, cómo lo van a abordar y que te trate como una persona integral, es increíble. Y más aún cuando se trata de una enfermedad a la que uno le tiene mucho miedo, que cuando te dicen que la tenés pensás en cuántos meses te quedan de vida. Sin embargo, Nicolás me explicó que es una enfermedad que se trata, que puede ser más o menos invasiva, pero que tiene cura y esa seguridad no te la da ningún profesional”, añadió.
El 20 de marzo empezó la pandemia, así que todo el tratamiento lo tuvo que hacer durante el auge del COVID-19. El mismo consistió en sesiones de rayos diarias y quimio en pastillas, atacando las manchas en el hígado y el tumor en el recto. “El equipo médico que me atendió es hermoso. Yo tengo un tatuaje de los Redondos, mi banda favorita, y siempre que iba a hacerme rayos me ponían una canción de ellos”, recordó.
Después de dos meses Cecilia volvió a hacerse estudios para conocer el estado de la enfermedad. Como la misma persistía se le dio fecha de operación: 8 de septiembre. “Ese día me operé y en la misma cirugía me operaron de las metástasis que tenía en el hígado y del tumor de recto”, explicó y siguió: “Pusieron dos equipos a mi disposición: un equipo especialista en cirugía de hígado, compuesto por el Dr. Roberto Salgado (h) y el Dr. Tomás Lancelotti; y otro en cirugía de colon y recto, conformado por Nicolás y por el Dr. Augusto Carrie, jefe del Servicio de Cirugía del CEMIC. Hicieron todo por vía laparoscópica mínimamente invasiva, lo cuál me sorprendió porque no pensé que cirugías de esta complejidad se pudieran hacer por esta vía. El hecho de que el equipo de Nicolás tenga profesionales de todas las especialidades también fue muy importante”.
Luego tuve algunas complicaciones por una fiebre alta que creyeron que era COVID, tuve ataques de pánico mientras estuve internada y aislada, pero finalmente me recuperé”, detalló. El 20 de noviembre la operaron una vez más porque sus intestinos habían generado unas adherencias, algo que “puede pasar en este tipo de casos, como me explicó Nicolás que siempre estuvo ahí para contenerme y acompañarme, junto al resto del equipo”.
“Cuando terminaron de operarme me acuerdo que alguien me preguntó cómo me sentía, cómo estaba, si necesitaba algo. La verdad es que para mí el respeto por el cuerpo del otro es fundamental y valoro mucho que todos se acercaran a contarme lo que iban a hacerme. Cuando uno está en un estado de vulnerabilidad total que te respeten es muy valorable”, manifestó Cecilia y agregó: “Esta segunda cirugía también fue por laparoscopía y eso me permitió recuperarme muy rápido”.
Antes de recibir el alta definitiva estuvo un año con una bolsa de ileostomía, que se realiza para protegener la unión intestinal que se realiza entre el intestino grueso y el recto/ano, cuando se trata de tumores de recto bajo. Esta bolsa únicamente se requiere en casos seleccionados y habitualmente se cierra entre 3 y 5 meses posteriores a la cirugía original. “En mi caso tuve que esperar hasta el 13 de septiembre de 2021, ya que con las demoras de la pandemia y teniendo que realizar quimioterapia luego de la cirugía, todo se demoró más de lo habitual”, confesó.
El 17 de octubre del mismo año, un mes después de esa cirugía, volvió a trabajar normalmente y desde aquel entonces continúa controlándose a intervalos regulares con el oncólogo y de forma anual con Nicolás Avellaneda, primero cada tres meses y luego cada seis. “Eso también me sorprendió porque uno está acostumbrado a ver la figura del cirujano como alguien al que ves para operarte y no lo ves más, pero Nicolás, como se define él mismo, es obsesivo con el seguimiento de los pacientes a largo plazo también”, añadió.
“Nicolás es un profesional que está pendiente de todo, hasta me ha llamado por papeles que faltaban antes de la operación. Y lo mismo a la inversa, yo lo llamo, me contiene y me responde cada vez que tengo alguna duda o me preocupa algún síntoma”, señaló Cecilia y prosiguió: “Jamás dudé en operarme. Nicolás me decía lo que tenía que hacer y yo lo hacía porque inspira una gran confianza y te da seguridad, algo que no lograron otros profesionales. Hay un trato humano que es muy valioso”.
El año que viene se cumplen 5 años desde el diagnóstico de Cecilia de cáncer de recto con extensión al hígado. “Durante este tiempo siempre me realizo estudio y controles relacionados con la enfermedad, los cuales vienen dando bien siempre. Esto es un gran alivio, porque con lo avanzado de la enfermedad, uno siempre se preocupa de qué va a pasar. Sin embargo, hoy me encuentro curada y haciendo una vida normal desde todo punto de vista. Siempre que tengo estudios nuevos, como me da miedo verlos, se los mando antes a Nicolás para que los vea y me diga que está todo bien”, compartió y prosiguió: “Casi 5 años después sigo pensando que me va a mentir diciéndome que está todo bien cuando en realidad está pasando algo malo. Pero eso no solo nunca se cumplió, sino que Nicolás se mantuvo sincero durante todo el camino, ya sea contándome la verdad cuando me tuve que operar y ahora que está todo bien”.
Tras relatar su experiencia, el proceso, el momento donde tuvo que definir qué pasos debía seguir y el presente que atraviesa, Cecilia nos dejó un mensaje para quienes están viviendo una situación similar a la de ella. “Una de las cosas que le diría es que estemos atentos a leer nuestro cuerpo, que muchas veces con la vorágine de la vida uno las tapa automedicándose o los niega. Es importante que nos conectemos con nuestro cuerpo, porque es una enfermedad fuerte y el tratamiento es invasivo, pero es una enfermedad que se puede curar cuando vos te escuchas”, comentó y concluyó: “Les podría decir también que vayan con Nicolás, pero eso depende de la vida, las obras sociales, etc. Por eso también recomiendo que hagan el tratamiento, que pregunten y que si el profesional no los escucha, no les pregunta, no los sostiene, no les explica, vayan a otro lado. Así fue como yo encontré a Nicolás y su equipo”.